martes, 11 de octubre de 2011

Cabras y zorros

Es sencillo encontrar algo políticamente absurdo a día de hoy. Lo difícil es poder encontrar algo políticamente incorrecto que pretenda ser políticamente correcto. Y aun peor es que no te guste. Bueno, concretamente que no me guste. Aunque he de decir que la primera lectura de lo sucedido me hizo más gracia que otra cosa. La segunda me provocó un cambio de gesto, entre sonrisa irónica y ceño fruncido. Pensándolo un rato después ya no me hizo gracia. Me refiero a una de nuestras últimas sentencias…peculiares podríamos decir.

Y dicho sea con el respeto que merecen las sentencias judiciales, más que nada por la divina necesidad de cumplirlas, seguirlas y creerlas como un auténtico dogma de fe, o en su defecto hacer frente a las consecuencias que se deriven –que de buen rollo me ha quedado-. Y es que decir que `zorra´ no es un insulto puede dar lugar a conclusiones precipitadas. Sobre todo porque no faltó tiempo para que alguien hiciese la oportuna comparación con otro ejemplo de polisemia en el nombre de un animal, encarnado en esta ocasión en la figura del cerdo.

Está claro que de una u otra forma a nadie le gustaría que se refiriesen a ningún miembro de su familia como cerdo o zorra. Más que nada porque referirse a un individuo de raza humana por el nombre de otro integrante del reino animal no suele ser plato de buen gusto para nadie. Así, ser un buitre, una zorra, un perro, una víbora, un elefante, una foca ártica, un aguililla o una rata, no es sinónimo de nada bueno. Algo que curiosamente no sucede con estar como un toro, ¿será cosa de las asociaciones pro-toro? Que por cierto, antitaurina no tiene lógica, quizás anticorridas.

Y es que aquí la cuestión no es si zorra es insulto o no –que a pesar de que en este caso concreto no debió serlo según S.S., no admite dudas-, la cuestión es cosa de educación –algo que por desgracia no se puede llevar a los tribunales, que si no estos sí que colapsarían irremediablemente-. La educación, gran ausente en esta época que nos toca vivir, y que lucha con lo políticamente correcto por hacerse un hueco. Porque si ya es difícil vivir en medio de individuos que se encargan de decirnos que podemos y no podemos decir para no herir sensibilidades, más difícil es cuando además de intentar censurar nuestras vidas lo hacen sin educación.

Pero esta cuestión, y sin ánimo de querer filosofar en exceso, se plantea ya por culpa de una mala interpretación de la ya referida polisemia. Y es que no tiene el mismo significado la educación que se recibe en casa que la que se recibe en los centros educativos. Más que nada porque la enseñanza pública significa otra cosa y ni está ni debe estar para que los niños sepan que no es correcto correr empujando a la gente por la calle ni por los pasillos de una cristalería donde las copas hacen equilibrios sobre un corcho de botella de champán. Ni siquiera lo es, aunque sé que a muchos padres les parecerá retrógrado, fascistoide e incluso anticonstitucional-que está muy de moda ahora-, gritar por donde quiera que vayan anunciando su presencia, ni jugar a las canicas en medio del súper. Por poner ejemplos.

Y son valores fundamentales que la humanidad está perdiendo y que deben ser introducidos en el sujeto desde pequeño, que se debe hacer en casa y que no se puede delegar en terceros a riesgo de arrepentirte en la jubilación, mientras miras por la ventana del geriátrico y piensas en que como sería todo si tus descendientes tuviesen otra educación y otros valores.

Para finalizar, que ya lié bastante la madeja, podemos desarrollar una teoría bastante lógica al tema principal del artículo en forma de función. En función de la falta de educación que nos lleva a perder la humanidad, parece que tratarnos como meros animales no debe ser considerado un insulto si no una mera descripción de la realidad, ni siquiera una falta de respeto.

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