jueves, 29 de septiembre de 2011

La primera

El problema al crear un blog suele ser encontrar un nombre que nos guste. Sin embargo, cuando una idea te ronda la cabeza durante mucho tiempo acaba siendo tarea sencilla dar con un título para desarrollarla. El problema es cuando le das tantas vueltas que ya no sabes si merece la pena llevarla a cabo.


Una vez me encontré con un libro de técnicas para mejorar la oratoria en público. Libro creado por uno de los considerados ´grandes psiquiatras´españoles -si es que a un psiquiatra realmente se le puede dar el apelativo de grande, que yo no lo se-. El caso es que la lectura del citado libro resultó muy gratificante, algo que no esperaba para nada, y a la postre bastante premonitoria, toda vez que en aquel momento yo aún no sabía que por mi profesión acabaría teniendo que convertirme a la fuerza en orador aunque no me gustase lo más mínimo.

El autor explicaba al lector un punto que, sin pasar de recomendación, puede entenderse como fundamental a la hora de exponer ideas ante un auditorio. Y este `secreto´ en el que yo no había reparado no era otro que pensar que si dudas de si algo debe ser dicho o no en tu discurso, lo mejor es que no lo digas. Vamos, que si tu mismo ya no estás seguro del interés que puede suscitar algo que vas a decir o de la conveniencia de decirlo, mejor que no lo digas.

Y ese es algo que no solo no se tiene en cuenta en España, si no que es algo muy habitual en esta Europa `común´ - no le pongo mayúscula, más por sinónimo de vulgar que por otra cosa-, y que se contagia al resto del mundo como epidemia en tiempos de crisis farmacéutica. Por eso muchas veces tenemos que soportar barbaridades que agentes la información nos dicen que son correctas, en vez de otras barbaridades que llevábamos viendo toda la vida y que ya no lo son. Barbaridades que asociaciones pro derechos de la arena del Desierto del Gobi-totalmente a favor de que se preserve la identidad y valores individuales de cada grano, así como el derecho de autodeterminación de cada duna- nos obligan a tragarnos cada día.

Por eso, y solamente por eso, porque yo también tengo derecho a decir que lo que aprendí de pequeño, hace no tantos años, y que parece que hoy ya no sirve para nada ya que no se suele ajustar a lo políticamente correcto, me parece aun perfectamente válido en el mundo actual. No solo eso, si no que no se yo si mis compañeros de generación no serán más avispados que los que tiene la gran suerte de nacer con un mini portatil bajo el brazo -por aquello de que a muchos escolares se los financia el Estado-, y todo por el hecho de que antes del `boom´de la informática solo traíamos pan debajo del brazo, aunque la verdad, al precio que subía el pan en los 80 y al ritmo que baja la tecnología en estos años, no se que preferirían nuestros padres, que para programar el vídeo ya iban limitados, pero para las cuentas de la casa eran auténticos linces, y sin problemas para hacer frente a los pagos...y sin asociaciones, vaya.